10/8/08

Cuentos de navegantes

El mar es una superficie emocional y un todo dinámico, permanentemente cambiante; un amante caprichoso capaz de las mayores crueldades. El mar es una suerte de espejo vivo que refleja las ilusiones, las esperanzas, los miedos del voluntario navegante, del azaroso pasajero. Es inevitable, pues, que el escritor se vierta sobre las volutas marinas, que el mar sea uno de los lugares narrativos por antonomasia. Después de todo, la Odisea, una de las obras fundacionales de la narrativa occidental, es una novela náutica. El mar, que recibe los epítetos de anchuroso y vasto, puede erigirse, narrativamente, en obstáculo o camino o vía de salvación o de perdición; lo surcan piratas o héroes, o simples grumetes o exploradores perdidos, y el náufrago puede reconstruir toda su civilización tan lejana en una isla desierta, o hundirse para siempre en el reino de Neptuno.
Por ello, es más que adecuado que la narrativa marina se recoja en una antología, sumando múltiples puntos de vista, para expresar la experiencia humana de la navegación. El argentino Juan Bautista Duizeide, avalado por Arturo Pérez-Reverte, resulta...
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